Monday 28 July 2008

PD: Recordando... My Winnipeg

My Winnipeg, de Guy Maddin, es una de las 50 películas invisibles "rescatadas" por Cahiers. ¿El resto de la lista? Lo tenéis en el quiosco.

Carne de cahier: el cine invisible

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Los exquisitos (e inabarcables) cerebros cinéfagos responsables del Cahiers du cinema español han dedicado su último número al "cine invisible", el que no se ve o es difícil de ver. Pero como siempre, cada una de estas mentes tiene su propio punto de vista sobre el fenómeno o, al menos, matices nuevos que añadir a lo que los demás ya han expuesto. Recorreré brevemente sus puntos de vista en Joel Loves Clementine (sí, brevemente, porque en pleno Agosto mi cuerpo semifundido sólo es capaz de generar, a lo sumo, esbozos).

En primer lugar Carlos Losilla recuerda el pensamiento generalizado de a principios de este siglo que soñaba con que la nueva generación fuese la primera desde los setenta en, a lo Odd John, rebelarse contra la amnesia respecto del cine y de la crítica que afecta a todo el mundo. Pero a día de hoy, más que "Odd Johns" Losilla sólo ve a un grupo de ciudadanos "mutantes" hastiados que se refugian en un universo cinéfago aparte al igual que los habitantes de El bosque de Shyamalan, por un lado (pero la vida está en otra parte); y por otro, al típico espectador ajeno -e indiferente- al cine más innovador.

Tras esta supuesta dualidad, aparece un nuevo tipo de espectador que no sabe ni tiene por qué saber qué es un "mutante", pero que a la vez quiere estar al corriente de todo lo que sucede en el ámbito cinematográfico. Es este espectador quien sufre el cine invisibe, el maltratado al que se le priva de conocer las claves del cine contemporáneo escamoteándoselo, mientras que a la vez se le intenta hacer creer que el cine independiente americano se limita a Sundance.

Pero el problema no termina aquí porque este desconocimiento no implica solamente no conocer lo "invisible", sino también no "ver bien" lo visible. Y es que El incidente, por ejemplo, nuevo y magnífico film "visible" de Shyamalan, no puede ser entendido cabalmente sin Le Génou d'Artémide, sin Paranoid Park, sin I Don't Want to Sleep Alone, sin Transe o sin My Winnipeg, piezas mayores claves en la nueva estética contemporánea que no han pisado las salas y, por lo tanto, son invisibles para el cinéfilo "no mutante" interesado de estar al día.

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Paranoid Park
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Roberto Cueto se (y nos) pregunta: ¿esa impresión de que hay mucho más "cine invisible" que antes no vendrá dada por el hecho de que ahora somos más conscientes de todo el cine que no llega a las pantallas? Como ejemplo, recuerda que durante la transición en España era imposible ver a Manoel de Oliveira, Straub y Huillet, Chris Maker o Agnès Varda, y que de Oshima sólo nos enteramos tras El muchacho, no se vio casi nada del cine japonés de los ochenta, nada se sabía de Im Kwon-taek o Park Kwang-ju, no llegaron las "nuevas olas" de Taiwán y Hong Kong y tampoco se estrenó ni una sola película de Hou Hsiao-hsien.


Así que aconseja al cinéfilo "no mutante" del que ya se ha hablado que, en vez de "quedarse parado llorando", aprenda a buscar recursos para llegar al cine que quiere. No es el mejor de los mundos posibles pero es lo que hay. Y debemos ver a las películas como "imparables fuerzas de la naturaleza que siempre encuentran su camino para hacerse visibles".
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Café Lumière


Àngel Quintana cree que lo que realmente ha cambiado son las formas de ver, que ya no pasan sólo por las salas de exhibición. Lo que realmente ocurre hoy día es que TODO es visible, por lo que podemos crear nuestros propios referentes, nuestros itinerarios personales, y reescribir así la historia del cine a partir de todo aquello que fue condenado a la invisibilidad. En este clima del siglo XXI surgen dos nuevos problemas: el primero, ya prefigurado por Borges, es de qué modo seleccionaremos lo clave frente al exceso. Y el segundo, si el hecho de estar permanentemente al día podrá llevar al olvido sistemático de la Historia y los referentes del pasado.


Youth without Youth


Finalmente, Jaime Pena diferencia el cine "invisible" del INVISIBLE. Last days pudo estar en el limbo durante mucho tiempo y estrenarse con retraso, pero es que hay otros films como A letter From Green Point que no interesan a nadie, bien por sus condiciones de producción, su radicalidad formal, su soporte de proyección o su duración, alejados de cualquier tipo de estándar aceptado por la industria. Más ejemplos: las cinco horas de Now Showing o las películas-río Death in the Land of Encantos (nueve horas), Evolution of a Filipino Family (¡diez horas!) o Crude Oil? (¡¡doce horas!!). Y lo peor no es que sean invisibles, sino que en el fondo aceptamos que este cine pueda ser condenado a la invisibilidad.


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Como último apunte, comentar el interesante artículo ¿De quién es tu mirada?, de la firma invitada Áurea Ortiz Villeta. En él comenta cómo sus alumnos (Áurea es profesora) se rebelaron ante un visionado en clase de la película La noche, de Antonioni. No entendían aquello, qué era esa "película lenta y aburrida en la que no pasaba nada". Por supuesto, pasar pasan muchas cosas, pero no del modo en que sus alumnos, espectadores de otro tipo de cine, estaban acostumbrados. Antes de la proyección de La noche éste era un film invisible, pues desconocían su existencia, pero también después pues no lo "veían", prisioneros de una única lógica narrativa y de un modelo de relato totalitario que no encontraban por ningún lado en las imágenes de Antonioni.
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Por tanto, concluye, acceder a todo tipo de cine gracias a Internet y a la tecnología no significa que sea visible; para ello hace falta, además, un deseo de mirar y una voluntad de conocer que estén por encima de nuestro prejuicio.

Monday 21 July 2008

Miradas

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Francisco vive solo (¿y quién no?) en un pequeño apartamento de escasos metros cuadrados adornado con las tonterías a contracorriente de turno. Como todo chico de su edad (pues Francisco es joven, casi adolescente), se entretiene con lo que puede. Ahora, en este instante, mientras escribo el “a” del “la” que acaban de leer (aunque como ven no es ahora cuando lo escribo, es un “la” ya pasado -el presente siempre se escurre entre los dedos como un pez recién salido del agua; mar o río, no importa-); bueno, más o menos en este momento, en un aproximado “ahora”, tiene entre las manos un libro. Al acercarnos podremos ver su título: Cien años de soledad.
Tras repasar su estantería de un modo no superficial, podríamos aventurarnos a definir tranquilamente sus gustos literarios con el adjetivo “ecléctico” sin desviarnos demasiado de la realidad (aceptando que la realidad sea algo capaz de ser enmarcado dentro de la engañosa, muerta y estéril dimensión léxica, es más -menos, en realidad-, dentro de un adjetivo elegido concienzudamente dentro de mi, sinceramente, pobre repertorio). Shakespeare (sólo tragedias), algo de la poesía de Neruda, Los cantos de Maldoror, el Nosotros de Zamiatín, Sade, El Principito, un poco de Borges, bastante más de Cortázar, El mito de Sísifo, unos cuantos escritos de autores rusos distribuidos sin ningún orden entre las baldas, Joyce, Las hojas de hierba de Whitman… y eso en un primer vistazo, lo cual no es poco (ni mucho, todo depende de lo que hayan dispuesto bajo el fiel de su balanza -para la mía, no es poco-).

Mientras Francisco pasa las páginas del libro, cuya lectura está ya bastante avanzada, podrán escuchar de fondo a Sergio Algora junto a su grupo primigenio: El niño gusano. En realidad no es Sergio, sino su voz antiguamente grabada en algún estudio que mecánicamente es reproducida por el equipo de música de la habitación de nuestro protagonista. Es una voz que ya no existe, es una voz muerta que vive. El niño gusano no es el pasado de Algora, pues Algora es todo pasado desde el fatídico día en que murió sobre su cama. Ahora pasado y futuro no le importan nada a un Sergio Algora que no existe, pero su voz se resiste a apagarse. Francisco hace sonar esa música, reflejo de la vanidad, cuando nadie puede oírla ya (quizás a él no, pero sí a un viejo eco de él que no es él, pero se le parece -es curioso cómo no podemos ver lo que es ahora, pues no es, mientras que sí podemos revivir lo que su voz fue-).

Curioseando un poco entre sus discos, verán que la melodía que hoy suena no es fortuita. En primer lugar -no deben olvidarse del punto que a continuación voy a recordarles- porque éste es un relato de ficción, previamente reflexionado -menos de lo que puedan imaginar, aclararé- por su autor: yo (el reciente fallecimiento del cantante me llevó a incluirlo aquí por razones puramente sentimentales... sé que están en su derecho de aducir que su muerte podría ser considerada como algo fortuito y por extensión también el haber elegido a Sergio y su voz para el relato, pero si aceptase dicha hipótesis estaríamos entrado en los pantanosos territorios metafísicos del destino, Dios y demás imprecisiones; y ante eso, prefiero no bifurcar este tema demasiado para no entorpecer más de lo que ya he entorpecido la narración-). En segundo lugar, porque nuestro protagonista, al cual empiezo a no distinguir claramente de mi propio yo (con los peligros añadidos -¡piénsenlo!- que esto podría conllevar), tiene una argamasa de discos entre la cual destacan las colecciones completas de todo lo que ha hecho Andrés Calamaro en vida, por un lado, y todo lo relacionado con Francisco Fernández y Sergio Algora por otro, homenajes incluidos.

Francisco no sólo lee. A veces también se masturba, come lo necesario, se asea o ve la televisión (no es muy selectivo en esto -por lo que quizás se rompa con este pequeño detalle el aura snob previamente esbozada en un par de trazos gruesos; y es que, tarde o temprano, descubrimos que aunque lo más cómodo es reducir a las personas a un mote, un par de frases y una apresurada caricatura, todo el mundo es algo más que eso; por otro lado, ¿qué importa lo demás si lo que está más allá de “eso” sólo lo intuyen ellos?-). Nuestro protagonista también suele hablar por teléfono, normalmente mediante monosílabos; ahora, precisamente, ha dejado de leer y conversa con alguien desconocido e imposible de descubrir ante lo paupérrimo de su elocuencia. Bien podría, como autor del relato que soy, inventarme la historia oculta al otro lado, pero en ocasiones es preferible mantener cierta privacidad, y más si empezar a hablar e inventar mil y un personajes secundarios no aporta realmente nada a la historia. En este caso no es necesario ni un solo personaje, es más: es completamente inadmisible la idea “personajes secundarios”. Sólo hay dos protagonistas. O más bien un protagonista al principio (Francisco), y otro al final (María). Pero no adelantemos acontecimientos.

Francisco suele bajar a la calle y hacer la compra, ir al cine o a trabajar. O queda con sus amigos para lo que se tercie. Pero hoy no se decanta por ninguna de estas opciones. Hoy Francisco se ha colocado su gorra roja en la testa y ha salido de su casa para dirigirse a Fnac y comprar allí una película. Como era de esperar -¿no les parece?-, a Francisco también le gusta el cine, pero aquí no nos vamos a meter en sus gustos específicos por no alargarnos más de lo estrictamente necesario. Resumiremos diciendo que lleva idea de comprarse El topo, de Jodorowsky.

Al salir a la calle empieza el nudo de nuestra historia, el asunto hacia el que, sin saberlo -pues nada saben-, se encaminaban todas mis anteriores palabras. La calle es normal, el día está soleado, pasan coches y los niños juegan en el parque. Puntualicemos: más bien, se escuchan sonidos de niños como jugando en un parque. Pero si se alejasen un segundo del rostro de Francisco, si observasen a “los otros”, entonces y sólo entonces comenzarían a extrañarse: bajo ropas, gafas y calzados, en el parque junto a la pelota o dentro de los coches que circulan, no encontrarán a ninguna persona. ¿Qué hay, entonces, bajo toda esa masa de accesorios urbanos, bajo los sonidos cotidianos de una ciudad mediana como Zaragoza? Maniquíes. Maniquíes en el parque, en las aceras y en los coches. Maniquíes detrás de las cajas, en las tiendas, y uno disfrazado de guardia en mitad de la acera, como dirigiendo un extraño tráfico generado por maniquíes que -no me pregunten cómo- conducen. La calle está repleta de maniquíes inmóviles entre los que Francisco pasa sin fijarse, esquivándolos, mientras escucha alguna melodía de su I-pod (esta vez no sabría decirles cual, no es Algora y tampoco la conozco).

¿De dónde sale pues toda esa algarabía? ¿Cómo puede un maniquí conducir un coche o un autobús? Y lo que es peor… ¿por qué no se asombra Francisco? Me aventuraré a decir algo aunque rompa así con un posible halo de misterio que en verdad jamás planeé crear: imaginen por un momento que Francisco no haya visto en su vida otra cosa que maniquíes vivientes. ¿Cómo sorprenderse entonces? No digo que nuestro protagonista viva rodeado de maniquíes, -¡no me malinterpreten!-, sino que su mirada transforma a las personas, sin darse cuenta, en muñecos de plástico inútiles a los cuales no es necesario prestar atención. Y puede que ustedes tampoco puedan escapar de la enfermiza forma de ver el mundo de Francisco mientras dure esta historia (o la abandonen). Estamos atrapados tras su mirada. Los ojos de Francisco no se interrelacionan con ningún tipo de personaje secundario (de ahí lo inadmisible de su presencia) pues sólo ve cachivaches esparcidos por doquier a los que esquivar al son de la música de su I-pod blanco. ¿Y por qué se sorprenden y él no? Pues quizá porque ustedes jamás miraron el mundo así… ¿o me equivoco? Esto sólo son conjeturas de un autor que dice todo lo que sabe y no oculta nada a su público. Lo real ahora es Francisco, y los maniquíes que le rodean. Lo demás, sólo cháchara.

Francisco está esperando el autobús entre maniquíes, y el bus llega. Al abrirse la puerta, cómo no, encontramos a un maniquí al volante. Nuestro protagonista pasa su tarjeta bus y se adentra en el vehículo, repleto de maniquíes-mujer, maniquíes-hombre, maniquíes-niño… maniquíes todos vestidos de una forma claramente veraniega -pues en verano se sitúa nuestra historia-; unos de pie, otros sentados, el bus parte, quién sabe como, y de repente y sin previo aviso Francisco se detiene en mitad del vehículo, fijando sus ojos en un lugar fijo mientras se arranca los cascos de los oídos. Desde aquí parece ridículo ahí en medio, inmóvil, como imitando a sus pálidos y fríos acompañantes.

Veamos pues un momento hacia donde su mirada está dirigida… ¡Sorpresa! ¡¿Cómo puede ser?! En uno de los asientos junto a las puertas traseras, rodeada de otros maniquíes, encontramos sentada a una chica de carne y hueso, de piel y melena morena, oculta tras unas gafas. Acerquémonos más. Sí, sin duda está viva; miren cómo late esa vena del cuello, observen atentamente cómo se expanden levemente los orificios de su nariz al inspirar. Nos olvidamos completamente de Francisco (¿o es la mirada de Francisco, en la cual creemos estar atrapados, la que se olvida de su propio dueño?). María, pues así quiero y creo que debe llamarse nuestra protagonista, anda leyendo el libro. No “otro”, ni “un” libro. María también lee Cien años de soledad.

Observémosla un poco más detenidamente. En un solo segundo nos ha hechizado (a nosotros o a Francisco, no lo sé -¿y qué importa? Si aceptan que de veras nos encontramos atrapados en la mirada de Francisco y ésta está atrapada por la visión de ella, también estaremos, indirectamente, irremisiblemente atrapados por María y su belleza-). María es bella en un sentido no-clásico, es decir, en el mejor sentido (al menos según mi -valga la redundancia- sentir). Me explicaré: la belleza clásica no deja de ser, si lo piensan un segundo, una belleza impersonal -y por extensión levemente inhumana- en su pueril acomodo al prototipo humano más básico. La belleza clásica es una belleza tan típica que incluso me atrevería a decir que no interesa, o al menos, que en su perfección no sorprende… sin embargo, la de María va mucho más allá. Es la belleza que no asombra, es la belleza que sibilinamente atrapa, de forma sutil pero poderosa, y te arrastra a situaciones a las cuales jamás pensarías llegar antes. Su belleza es de ésas que llevan a la perdición a los hombres y sus almas, si es que tal cosa existe.

María se levanta y pulsa el botón rojo. Va a bajar. Mientras espera impaciente su parada, entre maniquíes que tampoco le sorprenden (¿o ella no los ve -y por tanto seguiríamos, o al menos eso creemos, atrapados entre las férreas pupilas de Francisco-?), parece que desde atrás una sombra se acerca. ¿Será él? Se intuye una respiración entrecortada cercana al cuello de María, ¿no la escuchan? Su piel se ha erizado momentáneamente. Se intuye también como un par de ojos que la observan, alguien que se deleita visualmente sorprendido ante ella. Parece que María empieza a sentirse tentada con girarse y mirar frente a frente a ese fantasma que imagina está espiándola, fantasma que, posiblemente, será Francisco. Pero la parada ha llegado y María baja sin mirar atrás. Antes de que el autobús se vaya, antes incluso de que las puertas cierren, podemos ver -justo detrás de donde María estuvo hace tan solo un instante, en ese mismo lugar- a un maniquí gris con una gorra roja en la cabeza.

Las puertas se cierran. Se aleja el autobús. Más. Más. Sólo nos queda una parada repleta de maniquíes, y una silueta roja muy lejos. Qué importa. Imagino que al fin sabrán lo que acaba de ocurrir ante nuestros ojos (¿nuestros ojos?): hemos cambiado de ojos, sí. Por desgracia, no de mirada. Todavía presos en una pupila ajena, y el relato termina.
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Thursday 10 July 2008

(Segundo) paréntesis veraniego


Entre lo de Sergio, el pegajoso calor zaragozano y que estoy empezando con la Econometría, necesito tomarme un descanso. Es que no tengo tiempo ni para leer (miento, para leer siempre saco un segundo -ahora estoy con Cándido, Nosotros y La insoportable levedad del ser-)...
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Quizás mañana haya otra entrada en el blog (porque la constancia, incluso la enfocada a la no-acción, no es lo mío), pero como se acerca alguna fiestecita, un par de días playeros, etcétera, auguro que hasta Agosto no tendréis noticias mías (y vendré con fuerzas, porque tengo ganas de comentar cositas como Warhol y su musa Edie Sedgwick, Eduardo Manospenes, todos los films que estoy viendo en cines y más, y más y más). Nos vemos.
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Wednesday 9 July 2008

Sergio Algora

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Descubrí tarde a El Niño Gusano.

Las primeras escuchas me extrañaron, pero acabé amándolo sobre (casi) todas las cosas. Me llegaron a través de La Costa Brava -grupo que también descubrí tiempo después de haber sido creado-, mientras desmadejaba los recorridos musicales -y vitales- de sus dos estrellas indiscutibles: Sergio Algora (cantante de El niño Gusano) y Francisco Fernández.

La Costa Brava es uno de los grupo más importantes de mi vida, de los que más escucho y el que más disfruto. No es que esté en el top 5 de mi lista... es que está en el top 2, alternándose continuamente con el primero, según me da. Fran suele aportar lirismo al grupo, y Algora una "psicodelia" que no es tal, sino pura poesía. Ya lo dije en mi anterior entrada sobre Manos de Topo; hace muy pocos días ya hablé de todo esto, ya alabé a Sergio.

Nunca he visto a Algora, exceptuando un par de conciertos. El primero fue en la terraza Xperimental Jet Set. Tocaron un acústico delicioso que acabó con La vida sigue igual. Al finalizar el concierto, me acerqué a ellos y me hice una foto con Fran, al que admiro como Sergio, exactamente igual: La Costa Brava son ellos. Cuando miré alrededor vi a Algora entre cables, toqueteando vinilos que había traído para la "pinchada" posterior, y pensé que quizás le molestaría pidiéndole una foto en aquel preciso instante. "Otra vez será", me dije.

El segundo concierto fue en la sala Jane Birkin. Me llevé a mis amigos y Fran y Sergio convencieron hasta al más escéptico: fue un concierto increíble. Llevaba oculto en mi bolsillo el disco Velocidad de crucero, y nada más terminar me acerqué hasta Fran y me echó una firma muy amablemente (recuerdo que hasta me puse a darle el coñazo hablándole de Gödel, Escher, Bach: un eterno y grácil bucle, libro que descubrí gracias a él). Esta vez Sergio estaba rodeado de dos bellas mujeres que le sonreían, por lo que me pareció un momento aún menos propicio que el anterior para andarme con firmitas de fan obsesivo. Así que me dije de nuevo, "otra vez será".

Hasta recuerdo un día que me acerqué con mi hermana (otra acérrima fan de LCB y El niño gusano) al bar Bacharach -propiedad de Sergio Algora- a sacar entradas para el Ráscale Guille (concierto en el que -ahora lo recuerdo- también pude verlos; ¡se atrevieron hasta con Muy Poca Gente!), y le pedí que entrase ella a cogerlas. Me quedé fuera como un gilipollas, porque sabía que si estaba dentro hubiera querido hablar con él de sus poemas, de sus letras, de su música, de Gainsbourg, ¡qué se yo!, pero no quería parecer idiota. Ni molestar. Y allí fuera me quedé, como el idiota que no quería parecer. Al salir mi hermana con las entradas, la miré y me dijo: "¡estaba dentro!" Otra noche, borracho: decidido al fin a saludarle me acerqué una última vez, pero a esas horas, el bar estaba cerrado ya.

Y hoy me meto al blog de Fran para ver si Algora sigue por las calles con su acordeón, y me dice que se ha muerto. Que su amigo Sergio está muerto.

Y no, yo no me lo puedo creer. No puedo pensar que su blog no se va a volver a actualizar, que no va a haber un libro suyo con nuevos poemas; no puedo pensar que no voy a volver a ver a La Costa Brava en directo, que La Costa Brava, el mejor grupo español que teníamos, no tenga futuro. No lo puedo creer, porque no quiero hacerlo, no quiero pensar que no vaya a tener la oportunidad de acercarme a Sergio y decirle, "tío, me encanta lo que haces". "Me encanta tu música, tu dipsomanía... tu manera de vivir". "Te admiro, joder, te admiro la ostia".

Así que prefiero pensar que un día de estos me lo encontraré en las calles con su acordeón entre las manos, haciendo lo que mejor se le da: regalar su talento a la gente.
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(Tal y como soñaba hace unos días, hablándolo con mi hermana).


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¿Quién dijo corto?



Por fin: ya tenemos en Youtube "Hambre de sordidez", cortometraje de María Rubio del que ya hablé aquí y aquí -responsable también del maravilloso videoclip de Los Lügers-. En un minuto y medio, ¡es que te pone a cien! ¡¡Cómo el Blitzkrieg Bop de los Ramones!!
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Disfrútenlo:


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Louise Brooks y Theda Bara murieron ya... ¡pero las "femmes fatales" todavía perduran!.
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(Todavía recuerdo cuando le pregunté a María de qué iba su corto y, enigmáticamente, respondió: "de una tía que se come a un tío". Tras visionarlo no pude sino sonreír y recordar un relato que escribí y colgué aquí hace tiempo: Mi aprendiz. ¿Queréis leerlo? Pinchad aquí).
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Monday 7 July 2008

Leopold y el divino Marqués

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Como el par de Romeos de Calamaro (o como Beverly y Elliot Mantle), como el yin y el yang, Dios y el Demonio, Adán y Eva o el Brugal con Coca-Cola... igual que Lauren y Hardy, que Pili y Mili, Batman y Robin, Jules et Jim o -¡qué se yo!- Victorio y Lucchino, el escritor austríaco Leopold von Sacher-Masoch y el archiconocido Donatien Alphonse François de Sade (Marqués de Sade), forman un tándem perfecto.

El -perturbador- término "sadomasoquismo" los aúna, cual Hermafrodito, en un sólo ente perfecto y equilibrado, término temido y oscuro que forma parte inexcusable de la primigenia naturaleza humana; en diferentes proporciones según el modelo, sí, pero siempre vivo.



Por tanto, es de agradecer que la siempre acertada web The Weird World Of haya dedicado una entrada a Leopold y su novela La venus de las pieles -novela que vinculó a Masoch con el término masoquismo- en el cine, el miembro de la pareja menos reconocido (y es una pena, porque ambos merecen la pena ser leídos -si ojeáis mi pequeña e incompleta lista de libros, veréis que yo ya lo hice-).


Allí se destaca Venus in Furs, producción holandesa dirigida en el 1995 por Victor Nieuwenhuijs y Maartje Seyferth, y se comenta existen dos versiones cinematográficas más sobre la novela, una de 1967 dirigida por Joseph Marzano y otra de 1969 dirigida por Jesús Franco.

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Rebuscando por la red, he encontrado otra versión: Le Malizie di Venere (el placer de Venus); y también otra en pre-producción. Seguro que hay alguna más, pero yo ya me detengo y paso la búsqueda a los que estén más interesados.
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¡Ah! La primera, está protagonizada por la bellísima Laura Antonelli:
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En Joel Loves Clementine, además, voy a recordar las más famosas aproximaciones a Sade en el séptimo arte:
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- Le vice et la vertu (1962), de Roger Vadim (adapta Justine -interpretada por Catherine Deneuve-).

- Justine (1968), de Jesús Franco (título de culto del mayor adaptador de Sade en el cine; en esta ocasión el papel de Justine recae en Romina Power).

- De Sade 70 (1969), de Jesús Franco (desvarío sádico de Franco al más puro estilo del Marqués).

- Eugenie (1970), de Jesús Franco (para incondicionales del autor).
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- Justine de Sade (1971), de Claude Pierson (de nuevo, otra pasable adaptación del clásico Justine).

- Saló o los 120 días de Sodoma (1975), de Pier Paolo Pasolini (errónea -o al menos para mí lo es*- y controvertida aproximación de Pasolini al divino marqués).

- Sinfonía erótica (1978), de Jesús Franco (pura serie Z).

- Gemidos de placer (1983), de Jesús Franco (y van... lubricidad a raudales con Lina Romay de protagonista).

- Marquis (1989), de Henri Xhonneux (curiosa producción franco-belga, con máscaras de animales y una interesante conversación Sade-su pene).

- Quills (2000), de Philip Kaufman (pretendida biografía centrada en los últimos años de Sade -Geoffrey Rush en el film- en Charenton; sale la deliciosa musa Kate Winslet).



- Helter Skelter (2000), de Jesús Franco (última aproximación de Franco).

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*¿Por qué no me gusta Salò? Ahí va mi crítica (ésta y muchas más, en Filmaffinity):
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¿Dónde está el divino Marqués?

Este film es una crítica al fascismo italino, y al pobre Pasolini lo mataron, y blablabla.
Vale, muy bien. ¿Y?

Ahora, analicemos la película 'en sí':

- Formalmente, muy convencional.

- Criticar la violencia mediante la violencia explícita. Un poco hipócrita, ¿no? (y por cierto: tampoco es para tanto. Lo que de verdad me ha llegado a dar asco en otras ocasiones son la tortuga de Holocausto Caníbal, el comienzo/final de Irreversible y poco más).

- Y lo más importante: es la adaptación más infiel que se podría haber hecho de Sade.

Si por algo se caracteriza el marqués es porque sus obras estimulan -en todos los sentidos- sin enjuiciar. Los actos más atroces se presentan como naturales. Un buen ejemplo sería 'La filosofía del tocador', para mí uno de sus mejores libros, en el que pese a las constantes atrocidades que impregnan el libro su lectura es fresca, amena e incluso divertida.

Sade jugó sublimemente con la moral, la filosofía y la religión hasta el paroxismo: ése es su mayor legado.

Pasolini es un curilla frustrado que nos presenta la obra del marqués de la forma menos atinada e imparcial posible: aburrida, larga, medianamente desagradable... todo lo que jamás fue un libro de Sade.

¿Adaptar al 'más libre' juzgándolo? Mal comienzo.

SPOILER:

Y encima al final aún tiene los cojones de sacar la escenita de los prismáticos intentando juzgar también al espectador... que no olvide que si vemos esa bazofia es porque él la ha hecho.
(Y mejor juego de espejos era el de El fotógrafo del miedo, por cierto).

Una pena de película.
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Saturday 5 July 2008

Manos de Topo

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En contadas ocasiones he descubierto grupos que me hayan enganchado tanto como éste. Manos de Topo son muy buenos. Ya empiezan a compararlos con Robert Smith (por la voz) o con El niño gusano (por el surrealismo letrístico -que yo no veo-), disuelto supergrupo aragonés que adoro. "Pop Bizarro" dicen otros...
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Etiquetas aparte, lo indiscutible es que Manos de Topo sorprende a la primera escucha, pero si les das tiempo te acaban atrapando sin remisión. A todos no sé... porque es el típico grupo que odias o amas -elijo la primera opción-. Para el videoclip promocional no han elegido su mejor canción (me gustan muchísimo más otras, como Balas en Dallas, Es Feo, Brumel...), pero es un trabajo buenísimo: y es que ver a Marilyn y a Mr. Potato juntos no tiene precio. ¿Cuándo? Seguro no lo sé, pero suena y mucho a 22 de noviembre del 63 -¡y en Dallas!-, ¿no? ;-)
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"Si no te llevas bien con las cometas, recuerda cuando te crecieron la tetas..."



PD:

En general no soporto el rap; aborrezco su estética, su pose, su filosofía, su sectarismo y esas constantes parrafadas egocéntricas que podrían salir de la boca de cualquier chulopiscinas perdonavidas. "Soy el amo de la pista" "Soy un genio con el micro", blablabla. Pero en ocasiones puntuales puedes encontrar algún hallazgo que merece la pena ser escuchado. El grupo que más tolero, pues me encantan algunas de sus letras y sus constantes juegos con las palabras -que para eso están, para jugar con ellas-, muy trabajados, son los maños Violadores del Verso (entre estos y El niño gusano, ¡en un solo post estoy nombrando lo mejor que ha salido de Aragón en los últimos tiempos -musicalmente hablando-!). Pero hoy voy a hablar de otro veterano: Nach. No sé si el tipo conocerá a Georges Perec y su "El secuestro" o a Ernest Vincent Wright, pero lo cierto es que se ha currado una letra bastante buena, utilizando palabras que sólo contienen la letra "a", luego la "o", y finalmente la "e". La dejo aquí, y también el videoclip (me enteré de la canción buscando los últimos trabajos convencionales de la ex porno star Celia Blanco, que aparece en dicho vídeo -por cierto, el fondo de la canción es malísimo, sólo destaco la forma-):
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Vocal "A":

Trabaja, plasma las palabras, hazlas balas,
Atrapa ráfagas, sal, machaca cada sala,
Ladra hasta rasgar la garganta,
Saca las garras, las armas,
Las gradas harán palmas,
La fama tarda, patán, jamás hallarás paz,
Amargas caras largas arrastran la maldad,
Andarás a rastras, pagarás caras las cagadas,
Las carcajadas sabrán saladas,
Tras, tantas trampas, tras, tanta jarana,
Tantas falsas alabanzas, tras, tantas caladas,
Tantas almas traspasadas para alcanzar la calma,
Tantas pájaras, Nach manda fantasmas al Sáhara,
Charlas baratas taladran hasta dar arcadas,
Parrafadas flacas acabarán mal paradas,
Tan malas para masacrar, para ganar batallas,
Apartadas, a patadas, atrapadas hasta dar la talla,
Canalla, vas a dar la campanada, para nada,
Camaradas harán manada para achantar,
Hasta cantarás baladas para agradar a las masas,
Salta pacá, ya cansas, ya.
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Vocal "O":
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Yo no compongo con porros,
Sólo pongo ron o fonk,
Propongo colocón como colofón,
Formo monólogos, todos los bolos son hornos,
Os toco con chorros sonoros, corosos como Concords,
Lo corroboro, controlo todos los modos,
Conozco todos los logros,
Conozco todos los coros, mongolos,
No clono, no soborno, sólo lo gozo, lo rompo,
Como Rocco os follo pronto,
No corono robots con flow monótono,
Corchos son como plomo,
Yo floto por los tonos como corcho,
No dono, cloroformo,
Formo los cosmos, los combos,
Son gordos, los bombos son hondos, tochos,
Yo, monto gordos pollos con otros locos,
Nosotros somos orcos, vosotros potros cojos,
Foros con forofos flojos,
Os jodo con condón, con don, compón como yo costoso,
No toco socorro, os soplo como polvo,
Os borro, bobos, os froto dolor por tos los poros,
Provoco ojos rojos por sollozos sordos,
¡Ohoh! todo con "os", ¡lo bordo!
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Vocal "E":
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Ver gente decente perecer me estremece,
Le Pen es el germen,
el PP merece el trece,
Mequetrefes venden 3 CDs, ¿qué se creen?
Se creen jefes de este Edén,
¡Que les den! ¡Herejes!
Deben entender que defenderme es querer perder,
¿Pretenden vencerme en este set? Seré Federer,
Empecé desde el retrete,
enterré el estrés,
En el presente el referente es el Everest, creedme,
El eje es tener fe,
Seres que deseen que enferme, desespérense,
Pretenden que me estrelle, que frene este tren exprés,
Temen ver que este LP es el best seller del mes,
¡Ves! Que en vez de entretener me pertenecen,
Deben encender mentes dementes que ennegrecen,
¡Respétenme! Dejen de verter pestes,
Seres terrestres ven que me elevé entre entes celestes,
Verme envejecer, ceder, ¡never!
men, métele el reverb,
que recen emecés de Feber,
Me repelen peleles enclenques,
rehenes del tembleque decrecen enfrente de este jeque.


Thursday 3 July 2008

Quentin Tarantino (por Joaquín Reyes:-)

"Hablando de baba... ¡me encanta Mario Bava!"

"¿Qué me quentin, Tarantino?"

"¡Haz tus cosas, Robert Rodriguez!"

Recordando... Leningrad Cowboys Go America


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Este Kaurismäki es la leche... los Leningrad también aparecieron en dos films más del director: Leningrad Cowboys Meet Moses y The Total Balalaika Show. Más información, aquí.

Wednesday 2 July 2008

¡La filmoteca Lüger!

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Hace unos días Lex Lüger me pasó un conjunto representativo de las películas que adornan las estanterías de su guarida; deliciosos delirios de terror gore/ hammer/ clásico/ troma/ cannon/ serie-B con los que estoy disfrutando (y aprendiendo) muchísimo. Desde aquí gracias de nuevo (de la fantástica serie Dexter hablaré en otra ocasión, porque se merece una entrada aparte). De momento os dejo el listado de films con links informativos, pero en un futuro puede que hable más detenidamente de alguna de estas películas:
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Clockwork (corto del Raimi pre-Posesión Infernal)
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El Dentista (I y II)
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La plaga de los zombies

American Psycho

La cosa del pantano

Halloween (I, II, III y IV)

El príncipe de las tinieblas

La novia de Re-Animator

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Phantasm (II y III)
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Amityville (III y 3-D)
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América 3000 (¡la Cannon se vuelve futurista!)
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PD: ¡Los Lügers han estrenado nuevo videoclip!



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Como podéis ver, es un auténtico homenaje al cine quinqui genialmente realizado por María Rubio, tipo de cine al que espero dedicar un espacio dentro de poco. Si no puedes esperar, entra aquí y disfruta.
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Tuesday 1 July 2008

Jazzuela



Si leer Rayuela ya es un placer, imaginad lo que supondrá hacerlo al son de la música que ameniza las reuniones del Club de la Serpiente. 21 magníficos temas que repasan los capítulos del libro dedicados al jazz y el blues a un golpe de click; ¿qué más se puede pedir?
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1. Frank Trumbauer And His Orchestra - I'm coming Virginia (3:14)
2. Bix Beiderbecke And His Gang - Jazz me blues (3:06)
3. Kansas City Six - Four o'clock drag (2:53)
4. Lionel Hampton & His Orchestra - Save it pretty Mamma (3:24)
5. Coleman Hawkins - Body and soul (3:03)
6. Dizzi Gilespie And His Orchestra - Good bait (2:49)
7. Bessie Smith - Baby doll (3:01)
8. Bessie Smith - Empty bed blues (6:16)
9. Louis Amstrong And His Orchestra - Don't you play me cheap (2:56)
10. Louis Amstrong's All Stars - Yellow dog blues (4:19)
11. Louis Amstrong's All Stars - Mahogany hall stomp (4:17)
12. Big Bill Broonzy - See see rider (3:18)
13. The Chocolate Dandies - Blue interlude (3:28)
14. Champion Jack Dupree - Junker's blues (3:12)
15. Big Bill Broonzy - Get back (3:04)
16. Duke Hellington And His Orchestra - Hot and bothered (3:19)
17. Duke Hellington And His Orchestra - It don't mean a thing (3:13)
18. Earl Hines - I ain't got nobody (3:12)
19. Jelly Roll Morton - Mamie's blues (2:51)
20. Warning's Pennsylvanians - Stack O'Lee blues (3:23)
21. Tenderly - Oscar's blues (3:11)
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