Monday 12 May 2008

Erich von Stroheim

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La época muda del cine fue el originario caldo de cultivo de todo lo que hoy se hace -cinematográficamente hablando-, y como todas las etapas primigenias de cualquier arte, resulta verdaderamente fascinante.

Resumiendo: el cinematógrafo de los Lumière y su llegada del tren, el viaje a la luna del genio innovador Méliès, las persecuciones de Williamson, Pathé y sus estudios, Gaumont, el asalto y robo de un tren de Porter, el “film d’art”, Musidora, Rocambole y/o Paulina, Häxan, Dreyer, Hollywoodland, Zukor, la grandiosa intolerancia del maestro Griffith, primer gran poeta del cine, Thomas H. Ince, primer dramaturgo, el western, Theda Bara, Louise Brooks y/o Rodolfo Valentino, United Artists, Douglas Fairbanks, las comedias de Max Linder, Keaton, Lloyd, Sennett y el “superdotadísimo” Chaplin, Sjöström y Stiller, la escuela impresionista (Delluc, L’Herbier, Abel Gance o Epstein), Lubitsch, la escuela expresionista alemana y el gabinete de Wiene, Murnau y la metrópolis de Lang, el acorazado de Eisenstein “y compañía” (Kulechov, Vertov, Pudovkin, Dovjenko…), Pabst, las vanguardias futuristas, dadaístas y surrealistas, y Buñuel, Cocteau, Renoir, el sombrero de paja italiano de Clair, De Mille, el primer Ford, el mundo en marcha de King Vidor, Howard Hawks, Greta Garbo, Amanecer, los hampones de Sternberg y, finalmente, la poliédrica e inabarcable leyenda del infravalorado director y actor Erich von Stroheim. ¡Casi nada-¡y lo que me he dejado!-!





Ignorando a genios pioneros como Méliès o el gigante Griffith y a otros maestros posteriores sobradamente reconocidos como Eisenstein, Buñuel, Murnau, Lang o Chaplin (de los pocos que, como Stroheim, lucharán contra la potente maquinaria fría y metalizada que en aquellos tiempos ya es Hollywood), siento la necesidad de hablar de Erich von Stroheim, una gran personalidad -de las más grandes- del cine mudo a la que -según mi punto de vista- nunca se le ha dedicado el espacio que merece.
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Los orígenes familiares de Stroheim se mantuvieron ocultos durante su vida tras una nube impenetrable que el propio interesado se ha encargó de alimentar. Él siempre insistió en que procedía de una familia noble centroeuropea, pero en realidad Erich Oswald, pues así se llamaba, nació en Viena el 22 de septiembre de 1885 en una familia de comerciantes judíos. Estudió en la Academia Militar de Viena hasta que desertó en 1909 y emigró a los Estados Unidos por deudas.

Una vez allí, trabajó en lo que pudo, desde empleos menores hasta otros más variopintos como actor, cantante de music-hall o presentador de desfiles de modas. Mostraba también cierto interés por la escritura, por las obras de teatro y las novelas baratas. Entró en el cine como extra y especialista. El capitán Macklin (1914), de Jack Conway, supuso su debut como actor y su primer contacto con John Emerson, uno de los directores estadounidenses que iniciaban por aquel entonces su carrera y con el que colaboró como actor y ayudante de dirección en otras seis películas.

No obstante, el director de estos primeros años que más le marcó en su carrera fue el gran David Wark Griffith, con el que trabajó como actor en El nacimiento de una nación (1915) -¡haciendo de negro!- y, posteriormente, como actor y ayudante de dirección en Intolerancia (1916). Stroheim se vio sorprendido en este caso por la capacidad de Griffith para romper con la mentalidad de la época y desarrollar proyectos de gran envergadura que, sin duda, le ilustraron para sus posteriores trabajos como director.




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Tras el aprendizaje al lado de Griffith y Raoul Walsh, Stroheim consiguió que el productor Carl Laemmle, propietario de la Universal, le dejara dirigir Blind Husbands (1919), adaptación de Pinacle, una de sus obras. Aquí ya aparece como actor principal, interpretando a un militar aristocrático “amante del buen vino, las mujeres y las canciones”. El éxito obtenido por esta película le permitirá a Stroheim continuar con su carrera al lado de Laemmle, quien le produjo sus dos siguientes trabajos: La ganzúa del diablo (1920) y Esposas frívolas (1922) (es por estos años cuando Erich von Stroheim comienza a definir en gran medida el perfil de su personaje más conocido, el de oficial prusiano -“el hombre que a usted le gustaría odiar”-, un rostro incapaz de mostrar un resquicio de humanidad, implacable aunque juerguista y frívolo, capaz de reírse de sus “orígenes” aristocráticos a fuerza de hacer creer que no hacía más que interpretarse a sí mismo. Respecto a su vida personal, también se cuentan numerosísimas historias sórdidas y extravagantes. Famosas son sus supuestas -y habituales- orgías, en las cuales las actrices eran encerradas durante más de 20 horas con el realizador, y salían con marcas de latigazos, mordiscos… y drogadas. Algo, por otra parte, bastante habitual por aquella época -pregúntenselo a Chaplin-).




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Stroheim no había perdido de vista las enseñanzas de su maestro Griffith (aunque hay que reconocer que a diferencia de otros grandes cineastas como Stenberg, Hitchcock o Ford, Stroheim no era estrictamente un director profesional: no sabía sacar una película a partir de un guión. Stroheim dirigía simplemente mediante su fuerza creadora y su visión personalísima, como el músico que improvisa jazz ante su público). En Esposas frívolas vio la oportunidad de demostrar que también sabía dominar el espacio y la acción en marcos inigualables y sorprendentes para la época. El ambiente de trabajo que rodeó la producción fue bastante tenso, por cuanto el rodaje se prolongó nueve meses más de lo establecido y en el montaje se produjo un fuerte enfrentamiento entre Stroheim, Laemmle y su asesor, Irving Thalberg. El director quería estrenar una película de seis horas en dos partes, postura a la que se oponían la mayoría de los distribuidores y exhibidores del momento. Además, los contenidos de la película no resultaban del todo aconsejables para que el estreno pudiera ser apto para un público masivo, dado que contenía escenas escabrosas y consideradas indecentes por los diversos comités moralistas y por el propio productor. La película rezumaba insinuaciones acerca de la decadencia de la aristocracia y, a caballo del horror y la ternura, Stroheim consiguió elaborar un cuadro en el que se sucedían los momentos de inestabilidad, morbosidad e irracionalidad, siempre en un marco cotidiano y con la constante de una crítica hacia ciertos valores efímeros de la vida. Un espectáculo, en definitiva, trasgresor que difícilmente pudo superar las barreras morales y comerciales de la época.

El director de producción Irving Thalberg, le obligó finalmente a cortarla por la mitad, y durante el rodaje de Los amores de un príncipe fue despedido. Así, von Stroheim se convirtió en el primer director despedido de la historia. A pesar del despido, trabajó para la Goldwyn, que le produjo Avaricia en 1923. Durante el largo rodaje del film, que duró más de 9 meses, a los que siguieron 6 de montaje, la Goldwyn se unió con la Metro Corporation. El jefe que le había amargado la vida en la Metro, Irving Thalberg, volvió y se produjo otro enfrentamiento entre director y productor, quien redujo el metraje de la película de las 9 originales montadas por el director (a partir de las 96 horas de material filmado) a sólo dos horas y la saboteó. Erich von Stroheim nunca quiso ver el resultado de esa mutilación de su obra.
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Avaricia, mastodonte feo y brutal sobre la condición humana, es su obra maestra. Decía Dante: “La avaricia es de naturaleza tan malvada y perversa, que jamás sacia su voraz apetito, y después de comer tiene más hambre que antes”, es una enfermedad degradante que te lleva a acumular riquezas, a transformarte en un ser egoísta, perverso, mentiroso, vil y cruel, un ser al que solo le interesa poseer cuantas más riquezas mejor sin importarle a quien arroya en su camino hacia su “felicidad”. En este film épico, Stroheim realiza un retrato sobre la codicia del ser humano, sobre la miseria a la que le puede conducir un exceso de avaricia, de locura por la acumulación de capital.

En este film destaca sobre todo el constante simbolismo de Stroheim a lo largo de la película, en cada acción hay un elemento que nos recuerda una idea que quiere reflejar el director, incluso lo propios actores llevan en su personaje características implícitas, de forma que cuando sale uno de los protagonistas en la escena ya sabemos de antemano el cariz que va a tomar la película, sin embargo la maestría de Stroheim reside en todo lo contrario, la sorpresa, la impresión que nos produce el cambio de carácter de los personajes (justificado siempre) y que nos lleva a acoplarnos a otra nueva realidad inventada por el director alemán.

Los detalles que vemos a lo largo de toda la película son excelentes, por ejemplo, el entierro que pasa por detrás de su casa cuando se están casando premonitor del desastre futuro, el gato y los periquitos. Este detalle es el más increíble de la película. El gato representa a Marcus y los periquitos en su jaula representan el matrimonio de Trina y McTeague. Trina se siente encerrada en su jaula, vigilada por su marido, Marcus está al acecho de los dos pájaros, celoso de la fortuna que posee su amigo.
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En la escena final en la que Marcus y McTeague se quedan en el desierto sin agua y sin saber qué hacer, pensando en el oro y en sus vidas desperdiciadas por su avaricia. Esta secuencia intercala el humor negro con la tragedia. Nos recuerda la frase que Marcus le dice a McTeague al comienzo de la película: “Amigos hasta el final”(o hasta la muerte). Este personaje me llama la atención puesto que, al principio aporta un toque de humor al filme, el director alemán consigue que nos caiga bien el personaje y, de hecho, disfrutamos con su presencia, en cambio, al final, lo despreciamos al igual que al resto de los protagonistas por su codicia. No nos entristecemos por su muerte sino que más bien pensamos que “les estuvo bien” por ser tan avariciosos, se nos presenta como una buena moraleja: El dinero no proporciona la felicidad. El simbolismo maravilloso que invade todo el filme y la trama con la cual Stroheim consigue que los espectadores estén en vilo hasta el final, sorprendiéndonos en cada secuencia, es lo que concede a esta grandiosa película el carácter de obra maestra.

Tras Avaricia, y en compensación por todos los cortes que la película había sufrido, Thalberg le dio amplio presupuesto para rodar La viuda alegre, versión muda de la famosa opereta de Victor Leon y Leon Stein, película que se convirtió en un gran éxito, siendo uno de sus pocos trabajos que no fue manipulado por productores. Después fue contratado por la Paramount y realizó La marcha nupcial, pero su larga duración hizo que los problemas se repitieran una vez más. El estudio la dividió en dos partes para su exhibición y Stroheim no lo aceptó porque se daba a la segunda parte el nombre de "Luna de miel".
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En 1928, la actriz Gloria Swanson convenció a su amante, el banquero Joseph P. Kennedy, para que financiara La reina Kelly, un proyecto del controvertido director con ella de protagonista donde una vez más la acción transcurre en un inventado país centroeuropeo en medio de una decadente aristocracia. Durante el rodaje se deterioraron las relaciones entre director y estrella, la censura presionó para que se cambiara el final (situado en un prostíbulo africano) y la llegada del sonido cambió muchas cosas: Joseph P. Kennedy se dedicó a la política y la película quedó inacabada. En 1931 Gloria Swanson estrenó una versión sonorizada de la parte grabada y en 1985 se distribuyó una versión en la que aparecían algunas fotografías y nuevos rótulos.
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Su actividad como director acabó a los 48 años con ¡Hola hermanita!, su única producción sonora, con la que volvió a tener problemas con las productoras y que acabó en el olvido.





Durante la primera mitad de los años treinta volvió a trabajar como actor, guionista y asesor en irregulares filmes. En 1937 Jean Renoir le ofreció encarnar al comandante Rauffenstein en La gran ilusión. Esto le llevó a Francia donde intervino en 16 películas. La II Guerra Mundial le llevó de vuelta a los Estados Unidos y rodó allí nuevas películas, entre las que destacan Cinco tumbas sobre el Cairo de Billy Wilder, donde interpreta al mariscal Rommel y el policiaco de Anthony Mann El Gran Flamarion.
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Tras esto volvió a Francia, donde le ofrecieron peores papeles pero le trataron mejor. En 1950 Wilder le llamó para que co-protagonizara El crepúsculo de los Dioses, donde interpreta a Max von Mayerling, ex director, chófer y mayordomo de la antigua estrella del cine mudo, Norma Desmond, interpretada por su antigua colaboradora, Gloria Swanson. Un papel hecho a su medida.

Murió el 12 de mayo de 1957.

Stroheim, maestro que miraba “detrás de los cerrojos corridos”, tropezó constantemente con los prejuicios de la moral más convencional y pacata, mientras que a su vez culminaba y destruía toda la estética del cine mudo; en palabras de Bazin: “Es necesario que un lenguaje exista para que destruirlo sea un progreso; la obra de Stroheim es la negación de todos los valores de su época”. A la discontinuidad del cine mudo, basado en el arte del montaje y la hipertrofia significativa del plano, Stroheim opuso la continuidad y coherencia espacio-temporal de las escenas, convertidas en unidades de acción dramática. Es por ello que también debería ser considerado un visionario, el gran pionero que dejó atrás el cine mudo con pasos de gigante que anunciaban proféticamente la estructura narrativa del cine sonoro que estaba a punto de nacer.
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Cineasta obsesivamente perfeccionista, actor devora-personajes y leyenda negra del Hollywood feliz de los años 20, Erich von Stroheim es una figura cuya verdadera dimensión, aunque parezca mentira, está todavía por ponderar.


Filmografía completa como director:

1919 - Corazón olvidado (Blind Husbands)

1920 - La ganzúa del diablo (The Devil's Passkey, film perdido)

1922 - Esposas frívolas (Foolish Wives)
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1923 - Los amores de un príncipe / El carrusel de la vida (Merry-Go-Round)
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1923-25 - Avaricia (Greed)
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1925 - La viuda alegre (The Merry Widow)
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1926-28 - La marcha nupcial (The Wedding March)
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1928 - Luna de miel (The Honeymoon)
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1928 - La reina Kelly (Queen Kelly)
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1932-33 - ¡Hola hermanita! (Walking Down Broadway/Hello Sister)

2 comments:

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    (la película está cortada con el hjsplit)

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  2. Cuando ví el Crepusculo de los dioses no sabía que era Stroheim, no lo reconocí. En cierto modo hace de sí mismo.

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